Poner en funcionamiento una granja es una tarea con un coste muy alto, no sólo…
En un planeta en el que la población se prevé que aumente hasta los 8.500 millones de personas en el año 2030, las necesidades alimentarias son sin duda uno de los principales problemas a los que se enfrenta un mundo tan cambiante como es el de la agricultura. Cambiante porque los agricultores no sólo se enfrentan a una demanda cada vez mayor del mercado, sino también a un cambio climático que hace estragos en la productividad de los suelos.
Por ello, el uso de la tecnología en el campo se vislumbra cada vez más como el elemento salvador de un sector que estima que el 70% de las explotaciones contará con apoyo tecnológico para sacar adelante su producción en un futuro muy cercano. En palabras del catedrático de Ingeniería Hidráulica, Emilio Camacho, al diario La Razón, “en el año 2000 no había sensores en el campo y para 2020 se calcula que habrá instalados al menos cuatro sensores por explotación”.
Estos sensores, colocados en tractores o sembradoras, ofrecen a los agricultores datos muy diversos por capas de la tierra trabajada. Dicha información se une a la que llega por satélite, lo que permite conocer, por ejemplo, la posición de las raíces para adoptar riegos específicos y no desaprovechar el agua. Y no es la única tecnología aplicada a la agricultura, ya que como hemos visto en este blog, la utilización de drones o la maquinaria autónoma comienza a ser también una realidad.